Probablemente el uso más conocido es el que le otorgamos para el auto-masaje y es que gracias a la presión que ejercemos sobre el mismo conseguimos una relajación de la musculatura, mejorando el aporte de oxígeno y nutrientes a la zona, así como la liberación de adherencias que puedan crearse. Un buen auto-masaje diario es casi obligatorio para procurar una buena salud de los tejidos y es que, con el estrés postural al que estamos sometidos, ese breve espacio de tiempo en el que “le damos un respiro” a nuestras estructuras marcará la diferencia entre el éxito o el fracaso en nuestro programa de entrenamiento.
Otro de los usos que se les puede otorgar al foam roller (démosle su nombre ya) es el gran trabajo de movilidad que permite realizar. Movilidad torácica, cadera, hombro… ninguna articulación se resiste a las grandes ventajas mecánicas que aporta. El foam roller nos aporta una serie de puntos de apoyo que nos van a permitir ampliar el rango de movimiento en ciertos ejercicios, mantener una correcta disociación lumbo-pélvica (genial para tu salud lumbar) así como un desafío bastante funcional (en términos de activación muscular) a nuestro CORE.
No acaba aquí, aún seguimos aportando más usos para este material. Lo podemos utilizar como una herramienta propioceptiva ya que genera cierto grado de inestabilidad según el punto de apoyo que utilicemos sobre él. De esta forma podemos trabajar en ciertas fases de la recuperación de una lesión, personas mayores con problemas de equilibrio, aprendizaje de gestos motores más complejos (como pueda ser la sentadilla a una pierna), mejora del equilibrio, etc.
Uno de nuestros materiales favoritos, por su sencillez y por la gran cantidad de oportunidades que otorga al entrenamiento. Si deseas recibir más información no dudes en contactar con cualquiera de nuestros entrenadores y ellos te brindarán la oportunidad de descubrirlo mejor.
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Autor: Antonio Solano. Entrenador y Asesor en DomoPersonal.